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A anedota elevada a título

16 de Abril de 2021


Os leitores criticam os títulos com simples frases de pessoas não significativas ou anónimas. (Carlos Yárnoz, provedor do leitor de “El País”)

La trascendencia de muchas noticias hacen ahora más innecesarios esos titulares efectistas que tanto dañan la credibilidad de los periódicos. Por el contrario, en un medio fiable priman la precisión y el rigor. Por eso, los lectores de EL PAÍS lamentan tanto título con rimbombantes comentarios entrecomillados de personas no representativas o incluso anónimas para describir situaciones generales. Lo resume así Iñaki de la Maza: “Compro el periódico para que los mejores periodistas den su versión de las noticias, no una persona que no conozco”.

Ese lector escribió el día 1 para quejarse del titular de un reportaje hecho en cinco playas sobre el uso de mascarillas: “Mantendremos la distancia, pero no nos las pondremos”. La frase era de “Luz” -sin apellidos- en Calviá (Mallorca) y encabezaba una pieza de página entera.

Esa fórmula de encabezamientos entrecomillados se emplea en la “entrevista de declaraciones” que, como señala el Libro de estilo, “se titula obligatoriamente con una frase pronunciada por el entrevistado”. Y es adecuada también cuando un texto se centra en un solo personaje. En otros muchos casos, sin embargo, se convierte en un recurso fácil porque el informador o el editor se limitan a transcribir una frase literal de alguien no significativo ni representativo -a menudo ni siquiera identificado- en lugar de elaborar un titular descriptivo y ajustado a la información, como exige ese Libro de estilo.

Hay varios ejemplos recientes. “Si lo llego a saber, no vengo” (frase de “Mahmud”, en un reportaje del día 4 con inmigrantes); “Tienes que hacer malabares con tu vida” (palabras de “una abogada” en una historia del mismo día sobre largas jornadas laborales); “Es vergonzoso el tiempo de espera para un piso” (comentario de Santi Mas de Xaxàs, portavoz de la Plataforma Afectados por la Hipoteca, en un reportaje también del día 4); “Si viene un moro, o se despierta en la UCI o en una caja” (frase adjudicada el 31 de enero en un reportaje sobre agresiones xenófobas en Canarias a uno de cuatro jóvenes no identificados que charlan “envueltos en una nube de hachís”).

Más titulares de esos: ¿Y ahora qué hacemos? (pregunta de “un profesor” el 16 de marzo por los problemas con vacunas de AstraZeneca); “Y a mí, ¿cuándo me vacunan? (frase que ni figura en una información del 31 de marzo); “Estas fiestas me dan la vida” (lo dice “Martina” en un reportaje del 28 de marzo sobre fiestas en Madrid); Encerrados en La Cañada Real: “Aquí va a pasar una desgracia” (lo comentaba “Mustafá” en un texto el 9 de enero).

Otros lectores critican títulos que consideran “impropios” de EL PAÍS. Jaime Renart califica de “chabacano, populista y no informativo” este del 17 de enero: “Luchar contra la pandemia en una discoteca”. El texto contaba que un local de Buenos Aires usado como sitio de baile hasta 2002 es ahora un centro de investigación de vacunas. La versión digital era más precisa: De discoteca a epicentro de la lucha contra la pandemia.

Vicente Gimeno criticó este otro:La crisis del Canal de Suez apuntilla al comercio mundial. El titular es del 28 de marzo, pero en las primeras horas del 29 el canal quedó abierto al tráfico marítimo. Estuvo interrumpido seis días con graves perjuicios para el comercio, pero no tantos como para “causar el fracaso definitivo”, como define la Real Academia Española la frase “dar la puntilla”, aunque la autora de la información lo defiende como sinónimo de “arruinar”.

El lector Javier Álvarez extiende su queja a antetítulos y sumarios “en exceso connotativos o incluso irrespetuosos”. Menciona este: El equipo de Zidane abruma de salida a un flojísimo adversario y manda al garete a los de Javi Gracia (14 de febrero). Álvarez sostiene que “todo titular debiera ser revelador prima facie de la noticia en sí”. “Así”, añade, “se evitarían anfibologías, inteligibilidades, y a más de captar la atención del lector, se salvaguardarían la apariencia de la veracidad -esto es, la veracidad misma- de tal noticia”.

El lector Frank Malfi describe así el problema: “No son ustedes sensacionalistas en el contenido de sus artículos, pero sí en la elección de los titulares”. Esos ejemplos le dan la razón. Rara vez hay semejantes exageraciones en los textos, aunque las excepciones confirman la regla. El 20 de enero, una pieza sobre la explosión de un edifico en la calle Toledo de Madrid incluía estas dos frases: “Un fogonazo de memoria recuerda las fotografías de los supervivientes del atentado de las Torres Gemelas”; “La memoria devuelve ahora las fotos que conservamos de la Guerra Civil en la ciudad”. Al menos, esas frases no fueron al titular.

Carlos Yárnoz, provedor do leitor – “El País” 11 abril 2021

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