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A desordem dos factores altera o produto

As palavras inadequadas originam confusão e, muitas vezes, lamentáveis mensagens hilariantes. (Carlos Yárnoz)

En las sumas y multiplicaciones, el orden de los factores —ya se sabe— no altera el producto. Esa regla de oro, sin embargo, no se aplica tal cual en el uso del idioma. Al desordenar indebidamente los factores, los periódicos cometen a veces graves errores, otras transmiten confusión y, a menudo, provocan inoportunos mensajes hilarantes. En todos los casos, la calidad del diario se resiente y los lectores exigen más atención.

Una frase publicada el 12 de julio: Pedro Sánchez abordará “el plan nacional de preparación y respuesta ante los brotes que prepara el Ministerio de Sanidad [1]”. La lectora Ana Gómez se preguntó: “¿El Ministerio ocasiona los brotes de la enfermedad?” Al Gobierno se le acusa de muchas cosas, pero de esa aún no.

Dos días después, esta otra: “…una danza enloquecida y salvaje, inspirada en los estudios sobre la histeria del médico Charcot [2]”. Y de nuevo Ana Gómez: “¿Se refiere a los estudios sobre un trastorno que padecía Charcot? ¿O más bien es que ese médico estudió ese trastorno en otros?”. Apostemos por lo segundo.

Decenas de ejemplos como esos escuchó avergonzado Álex Grijelmo, director de la Escuela de EL PAÍS, cuando hace ahora tres años participaba como conferenciante en la III Feria Internacional del Libro de Guayaquil. Antes de que él hablara, Susana Cordero, directora de la Academia Ecuatoriana de la Lengua, desgranó golpe a golpe erróneas oraciones difundidas en el periódico. Una de ellas estaba en la crónica sobre la muerte del dictador panameño Manuel Antonio Noriega. En el texto se reproducía sin prevención alguna este tuit del entonces presidente de Panamá, Juan Carlos Varela: la muerte de Noriega “cierra un capítulo de nuestra historia; sus hijas y sus familiares merecen un sepelio en paz [3]”. A su tiempo, claro.

Grijelmo asumió el rapapolvo con deportividad y, en su turno, recordó dos frases antológicas, aunque no eran de EL PAÍS, sino de un cartel en un colegio y de un titular de otro periódico, respectivamente: “Para aquellos padres que tengan hijos y no lo sepan, en el centro comercial funciona una guardería” (no parece un método adecuado de descubrirlo); “Dos hermanas se encuentran después de 40 años en la cola del supermercado”. Grijelmo remató: “¡Sí que eran lentas las cajeras!”.

En EL PAÍS no se ven errores tan burdos, pero sí algunos impropios del diario. El pasado día 4, al lector Jesús García Callejo le desconcertó este título en la versión impresa: “Feijóo pide en su investidura como presidente gallego lealtad a Sánchez”. Y en la web: “Feijóo pide lealtad a Sánchez tras ser investido… [4]” De no haber estado allí, el líder del PP, Pablo Casado, se hubiera enfadado al leer esos encabezamientos. No lo hizo, porque él escuchó en directo a Feijóo, quien no exigió a los españoles ser leales con Sánchez, sino que pidió a este lealtad con Galicia. Esto dijo: “…le pido (al Gobierno) que sea leal y constructivo con Galicia como Galicia lo es con España”. El lector García Callejo decía en su mensaje: “Cuesta entenderlo (el titular), pero al señor Feijóo sí que se le entiende bien”.

El 30 de agosto, publicó el periódico: “…Pedro Sánchez ha ofrecido a los presidentes autonómicos ser la autoridad competente [5] del estado de alarma en sus territorios”. No queda claro, comenta la lectora Mercedes Luengo, si les ha ofrecido ser él la autoridad competente o que lo sean ellos.

Tres días antes, esta otra frase: “…la estrategia del PP pasa por no dar oxígeno a un Gobierno que confía en que termine sucumbiendo ante la envergadura de la crisis económica y sanitaria”. No, puede que el Gobierno confíe en cosas sorprendentes, pero no en sucumbir. Otra del mismo mes: “Sara Buesa, hija del político asesinado, también en las redes sociales, ha expresado la tristeza y el disgusto de la familia”. Critica el lector Fernando Hervás: “Parece decir que la hija de Buesa lo es también en las redes sociales”.

Otros dos casos de julio: “Trump rechaza las encuestas que dan ventaja a Biden en una tensa entrevista”. ¿Le daban ventaja casualmente durante esa entrevista? ¿Por ser tensa? “Iglesias rechaza desvincular al Rey de los actos de su padre”. ¿Del padre de Iglesias o de Felipe VI? Y el jueves pasado, en portada: “Interior pagó 53.000 euros al chófer de Bárcenas por espiarle”. ¿Quién espió a quién?

En ocasiones, los periodistas nos empeñamos en demostrar que restar o multiplicar no es lo nuestro. No hay excusa para eso, pero mucho menos para tropiezos con el idioma, nuestra herramienta de trabajo.

Carlos Yárnoz, Provedor do leitor de “El País” – 12 setembro 2020

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